dum vivimus, vivamus

El otro día me puse a pensar detenidamente en la diferencia entre la vida y la muerte, en su significado y en las connotaciones que arrastran en forma de guiño cada uno de los términos, en su duración, en la repercusiones que crea y en la manera en la que crea más vida o más muerte.

No llevaba más de diez minutos derivando sobre el tema cuando llegué a la conclusión de que todas y cada una de las teorías que manifiesten la suficiente valentía como para juzgar algo tan grande, adolecerían de insuficientes. La omnicomprensión tampoco existe como tal. Hay personas que están simplemente más vivas que otras, y por el contrario, otras que buscan la vida todos los días más allá de que biológicamente sean aceptables.

Nos enfrentamos por tanto a una danza constante, la danza de la vida, un vaivén de personas que se molestan las unas a las otras, o que se salvan, según el caso.

Lo idóneo sería no renegar de la naturaleza de cada uno, ni de las elecciones emitidas porque cada persona es un infinito diferente, corroborándose que en ocasiones en el dolor es donde se encuentran los placeres más profundos, las verdades más terribles de explicar, o la felicidad plena. Nuestro paso por el mundo es ínfimo, absurdo, fugaz por lo que la única salvación la tendrán los valientes galardonados de tranquilidad y certeza de saber que han sido auténticos y que han logrado ser, cuanto menos, lo más parecido posible a ellos mismos.

A mí me gusta llamarlos personas que jamás nos dejan, que nunca se irán del todo, aunque físicamente ya no estén. Su esencia pervive, se mantiene, se queda. Su voz todavía canta, todavía se escucha y todavía endulza los oídos. Hasta podemos verlas sonreír. Algunas personas jamás nos dejan, es más, desafían a la vida desapareciendo, pero desafían a la muerte siendo eternas.

De modo que apelo a los que todavía están vagando, a los proyectos de personas permanentes, a los que buscan aunque no encuentren, a los que estén perdidos pero sigan avanzando, 
a los que viven aunque se mueran.

Los soñadores nunca podrán ser domados

J. 

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