Ellos

Llevo semanas, y probablemente meses, consumida por una tristeza profunda. Un sentimiento durísimo que no me deja ni un minuto al día, lo que conlleva a que en muchas más ocasiones de las que me gustaría admitir, tenga que disimularlo para que las personas que me ven diariamente no cambien el concepto que tienen de mi, ni de mi forma de ser habitual, aunque pasada.

Siempre he sido una persona que, por muchas malas rachas que viniesen, estando en buena compañía, era capaz de olvidar y de sentirse siempre un poco más viva sin necesidad de poner demasiado empeño en ello. Hoy en día, podría decirse que ese cambio ha sido uno de los más trágicos en mi. Ahora, en la mayoría de las situaciones que me implican, acarrean un esfuerzo sobrehumano en reír a carcajadas cuando dicha situación realmente lo merece.

La bondad me ha sobrepasado cruzando límites inimaginables. Inconscientemente me veo atenta en exceso con familia, amigos y demás personas de cierta relevancia en mi vida: siento la necesidad de contactar con aquellos con los que he perdido o deteriorado mi relación a lo largo de los años y mostrarles a todos mi mejor cara y el amor más sincero que alguien podría dar. Jamás les preocuparía a propósito.

En consecuencia, y si es que algunas de estas ideas tienen algún tipo de correlación, llevo el doble de tiempo en la más profunda crisis de Fe en la que me he encontrado nunca. En parte, por todos los factores propensos a sentirme como antes explicaba, es lo que me hace deducir que, definitivamente, Dios me ha abandonado en todos los aspectos de la vida. Así como mi abuela también lo sintió cuando años atrás, Él, caprichosa e injustamente, decidió llevarse a mi tío.

No hay un día que no llore, no hay un día que no me acuerde de mi madre, de mis abuelos, de mi pareja, de mi tío y del resto de personas que todavía no me han abandonado y se resisten a hacerlo ganándose día a día mi más absoluta devoción, admiración y agradecimiento. No hay un día que no piense en todos ellos con esa bondad que antes mencioné y tampoco que no rece con el alma y el corazón tan altos por y gracias a ellos. 

He empezado a pensar que Dios son ellos y es por eso que de la forma más sincera y menos egoísta posible a la hora de intentar describir esto, son la razón por la que yo tengo sentido

Y si ese Dios realmente está, me conformo con saber que está con todos ellos en sus vidas, tanto con los que fisicamente están como con los que no, aportándoles todo lo que yo en su día tanto le pedí para mi de la forma más desesperada y egoísta: la paz y la felicidad que todos y cada uno de ellos se merecen, 

independientemente de lo que haya decidido hacer con mi alma. 

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